Carlos Canales: ‘Leer es una obligación del escritor’

Carlos Canales Cintrón es un profesor universitario y dramaturgo puertorriqueño.

Por Fausto Pérez Villarreal

La mejor definición poética que he leído sobre un personaje la hizo el periodista y rapsoda shagunense Gustavo Tatis Guerra. La publicó en el diario El Universal, de ‘la Ciudad Heroica’, medio en el cual fuimos compañeros en la sala de redacción entre junio de 2001 y diciembre de 2002.

Pero no fue en esa época que desplegó su genialidad descriptiva, sino en las postrimerías del mes de julio de 2023, pocos días después de la VI Feria Latinoamericana del libro que tuvo lugar en el Claustro de la Merced de la Universidad de Cartagena.

Tatis Guerra presentó un texto espléndido sobre el narrador y dramaturgo puertorriqueño Carlos Canales Cintrón, cuyo lead resulta imposible no citar de manera textual por su belleza y contundencia narrativa:

«Carlos Canales Cintrón (Río de Piedras, 1955) es una inteligencia múltiple y una sensibilidad a toda prueba de volcanes en erupción y centellas en el mar. De esos relámpagos  que atraviesan la oscuridad de los océanos y desnudan el alma humana nacen sus obras de teatro y sus relatos». ¡De antología, así de simple!

A Carlos Canales lo conocí precisamente en esa Feria. Fue uno de los asistentes de lujo, junto a su compatriota Carlos Rivera y el escritor colombiano Ramón Molinares Sarmiento, a la presentación de mi libro ‘Richie y Bobby en el corazón de Barranquilla’.

Una vez concluida mi charla con el editor de Santa Bárbara, Alfonso Ávila, en la que también terció el escritor Geovanni Esquivel, Canales Cintrón se acercó en compañía de su tocayo y colega Carlos Rivera para felicitarme por el conversatorio.

“Interesante, necesario e importante tu libro”, me dijo Carlos, con su amplia y simpática sonrisa. Dialogamos unos minutos, y al igual que Gustavo Tatis, experimenté la sensación de ser un viejo amigo de este exquisito cultor de la palabra, residenciado desde 2008 en la calle Cherry Hill Road, en el municipio de Norwich, en el estado de Connecticut, en el noreste de Estados Unidos.

En verdad, el nombre y la obra de Carlos Canales me eran  completamente desconocidos. Una vez enterado de su trasegar fui de asombro en asombro. Por ello no dudo en aseverar que tanto él como Carlos Manuel Rivera Rosado fueron los dos grandes descubrimientos que me dejó la VI Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena.

A partir de esa conversación inicial, establecí con Canales una gran amistad que ha permanecido viva y activa a través de los mensajes de WhatsApps, correos electrónicos y videollamadas. Él le sugirió mi nombre al poeta Alberto Martínez Márquez, director del departamento de humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, para presentar mi más reciente obra en ‘La Isla del Encanto’, el 28 de noviembre de 2023.

Carlos Canales Cintrón es un dramaturgo de renombre, con 35 estrenos de obras de teatro y ha publicado tres libros de narrativa. Combina su pasión de narrador con la docencia. Fue profesor de actuación y dramaturgia en del Departamento de Educación de la Escuela Especializada de Bellas Artes de Arecibo. También fue profesor de algunas universidades de los Estados Unidos.

Su formación académica es realmente admirable: posee el título de Licenciado en Educación de la Universidad de Puerto Rico, y una Maestría en Español y Literatura Latinoamericana en la University of Connecticut (2010). También tiene una Licenciatura en Teatro, en la Universidad de Puerto Rico, entre otros estudios de relevancia.

Además de haber sido Becado para estudiar dramaturgia avanzada por el grupo INTAR de Nueva York, en la hoja de vida de Carlos Canales, sobresale su paso por la presidencia de la Sociedad Nacional de Autores Dramáticos.

Entre sus obras de teatro sobresalen ‘María del Rosario’, ‘Bony and Kin,  ‘Ecuajey’, ‘Salsa, Tango y Locura’ ‘El generalísimo Brujillo’, ‘¡Maldita sea el Capitán América!’, ‘Persecución y represión… en la Perla de los Mares’, MAI’, ’Antígona Barrio’, ‘Los hijos desamparados de Bukowsky’ y ‘Los laberintos laberíntikos de Ciudad Ghótica’.

De su narrativa publicada se destacan los libros de cuentos ‘Los hombres de los rostros tristes’, ‘Faustine Azul y otros cuentos’ y la novela ‘El pájaro rojo’.

Diversos han sido los reconocimientos obtenidos por Canales, de los cuales menciono el Premio Arte Internacional, LLC, Premio a la Excelencia (2023), el Premio Nacional de Dramaturgia 2006 otorgado por el Instituto de Cultura Puertorriqueño por la obra ‘Ellas revelaron secretos esa tarde’, el Premio Nacional de Dramaturgia 2003 otorgado por el Círculo de Críticos de Puerto Rico por la obra ‘Salsa, Tango y Locura’. Por esa misma obra y en ese mismo año recibió el Premio de Teatro Nacional 2003 por parte del Pen Club de Puerto Rico y el Premio René Marqués del Ateneo Puertorriqueño, en 1986 por la obra ‘La casa de los inmortales’. En el 2017, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, reconoció su labor como dramaturgo en el evento Ciclo Puesta en escena y dramaturgia con Carlos Canales.

En fin, estamos ante un exponente excelso de la palabra y el acto de altos kilates… De una arrancamos nuestra conversación:

Para empezar, ¿cómo te defines como escritor?

Soy un escritor, sin adjetivo. No tengo nada preconcebido en mi literatura. No escribo basándome en unas ideas que preexistan al proceso creativo. Con las definiciones literaria son riesgos que no se deberían tomar, las razones sobran, y complican la carrera de un escritor.  El poeta Luis Palés Matos lo han clasificado, lo han definido académicos e investigadores literarios, como un poeta negroide. Vuelvo a decir lo que he dicho antes: Palés Matos es un poeta. Argumentar que es poeta negroide es minimizarlo como poeta.  

El teatro, el cuento, la novela, la crónica, el ensayo, ¿cuál es el género que más te apasiona para narrar?

El género que más me apasiona es el teatro. Llevo 39 años escribiendo teatro. Porque en el teatro puedo desdoblarme en muchos personajes y plasmar todas mis preocupaciones existenciales, metafísicas y morales. También el teatro es el género con el que puedo exorcizar mis culpas, es el género donde puedo liberarme de ellas, por lo menos aplacarlas, cuando deciden atacarme con toda su deliberación. Aunque también escribo narrativa y crónicas, en esos géneros yo escribo sobre descripciones y experiencias de mi vida, en ellos rescato mi memoria y hago descripciones de viajes. En otras ocasiones, me adapto de la narrativa al teatro y viceversa, cuando entiendo que hay cosas que no puedo expresar en un género, entonces hago el cruce y las digo. De más está decir, que cada género tiene sus exigencias particulares y dificultan el proceso, pero no es imposible lograrlo.

¿El escritor nace o se hace?

Esta es una pregunta que exige un curso de un semestre, porque tendríamos que hablar de teología, del destino, de la filosofía, la astrología y la psicología. Pero la voy a responder partiendo de la experiencia personal y de las vivencias de los otros en las diferentes artes. En la obra ‘El gran teatro del mundo’, Calderón de la Barca se plantea que, al nacer, Dios nos asignó unas tareas en vida y al morir se nos cuestiona en el juicio o en la indagación de cómo nos desenvolvimos en la existencia y así se determina la suerte en la eternidad. La psicología freudiana plantea que nacemos en tabla rasa y vamos adquiriendo el conocimiento en la familia, en la sociedad y en la educación. La astrología plantea que hay un destino preestablecido y venimos con una tarea asignada. En el teatro griego vemos la obsesión por conocer el destino, una vez que se sabe, las acciones del hombre por cambiar ese destino, que no es otra cosa que el comienzo de que se va a cumplir ese vaticinio, porque el destino esconde cartas debajo de la manga. En el conductismo, Skinner plantea una tesis interesante en Walden II. Voy a resumir, si le proveemos a la comunidad un parque de béisbol, los niños jugarán pelota porque se les ha facilitado el medio deportivo y social. Entonces, saldrán peloteros. Al nacer, no tenemos conciencia, pero con el tiempo adquirimos la conciencia de la muerte.  Yo estoy convencido de que al nacer traemos unas cualidades intrínsecas y que en un momento de nuestra vida aflorarán. Pero el talento por sí solo no es una garantía de nada por nuestro paso por el mundo. El talento sin el esfuerzo, sin la disciplina, sin la voluntad, sin el trabajo, se atrofia y no se desarrolla. Prefiero esta respuesta ambigua.

¿Cómo es tu rutina de escritor

Mi rutina de escritor no ha cambiado, es una historia que podría escribirse como ficción. Con los años muchas cosas se han sumado, esas rutinas me han beneficiado en el proceso creativo. Cuando estoy en el proceso de escribir, cuando sé que voy a sentarme a escribir una obra de teatro, la noche antes realizo un ritual que sólo me ayuda a organizar mi psiquis: mapeo el piso, limpio el escritorio y coloco las cosas desorganizadas en el lugar correspondiente. A las 5:00 a.m. del otro día, ya estoy sentado enfrente de la computadora. Al escribir los primeros cinco o seis parlamentos de la obra, yo sé si podré continuar con ella o debo dejarla a un lado. En esos parlamentos percibo el conflicto intenso y vertiginoso de la obra (le llamo la compulsividad innata), mi capacidad para desdoblarme en los personajes y continuar disparado con la acción dramática. Antes de seguir respondiendo a la pregunta, tengo que aclarar que, en el proceso de escribir, yo no veo imágenes, sino escucho voces conflictivas en una oscuridad que no puedo describir. Por ello, en mis obras no hay descripciones de los personajes, porque no tengo idea de cómo son ellos y la verdad no quiero saberlo. Escribo dos o tres horas y después me detengo. En la tarde, puedo repasar lo escrito y hago correcciones. Pero de noche no puedo escribir porque se me alteran todos los sistemas, me causa insomnio y me atacan las musarañas. Al otro día, repito lo dicho, pero cuando me siento a la computadora, leo lo que escribí el día anterior y empiezo la escritura del día. Después que termino ese primer borrador, lo imprimo y lo reviso muchas veces hasta dejarlo en su punto. Cuando decido montarla o un productor me pide el texto, vuelvo a revisar la obra. Durante los ensayos sigo revisando, y después de estrenada la pieza, le doy lo que podría decirse la revisión final. Al principio de mi carrera como dramaturgo, escribía un bosquejo de la obra que me proponía escribir. Pero a partir de medianos de los años 90, cambié el proceso creativo.  Solo tengo claro el comienzo de la historia, y una vez que lo constato con los cinco o seis parlamentos, sigo escribiendo y en la escritura se va revelando la obra hasta el final. Por ello, eliminé las didascalias de mis textos, sólo escribo las indispensables. También aclaro: escribo todos los días y me tarda una o dos semanas finalizar el primer borrador, dependiendo de la historia dramática.

¿Qué tipo de lectura atrapa tu interés?

La que plantea conflictos relacionados con el ser. El misterio de la existencia. El cuestionamiento metafísico. Aquella que provoca mi imaginación y me comunica con mis propios conflictos o revela mundos ficticios pero probables. La literatura fantástica, pero no la de terror. La literatura de lo real maravilloso y el realismo mágico. Pero también puedo leer un libro de temas que no me provocan mucho, pero los leo para saber del autor, y no quedarme rezagado en una conversación. Yo tengo mis preferencias, pero leo otras propuestas literarias.

Al momento de sentarte a escribir, luego de que ya tienes concebido el tema, ¿te invade algún temor, alguna duda?

No, no me invade ningún temor ni duda. Cuando me siento a escribir los primeros cinco o seis parlamentos hace tiempo que los tengo rondando en mi cabeza. Al rebasar esa cantidad de parlamentos, me enfrento a conflictos que me confronta la obra y tengo que resolverlos para seguir escribiendo el texto. Ninguna historia sale de un tirón. En el proceso de composición, el escritor confronta problemas con un personaje, lucha con sus principios, siente que la historia quiere tomar otro rumbo… Me invade la duda cuando termino la obra. Me cuestiono y pienso que no se va a representar. Pero recupero el temple cuando me digo, no puedo permitir la autocensura y venzo mis temores y dudas. Porque la misión del escritor es escribir.

Leer o escribir, ¿qué disfrutas a mayor plenitud?

Leer es una obligación del escritor. Disfrutar la lectura e intentar descubrir los misterios de la creación. No se puede escribir sin leer. No se puede escribir si no nos interesamos en las demás artes. La música, el baile, las artes plásticas completan… Leer abre mundos.  No se puede escribir teatro sino leemos obras de teatro y sin ver representaciones teatrales. Es una formación continua.  “Escribo teatro para no suicidarme”. Esta frase la he dicho y repetido en congresos y conferencias. Lo digo en broma. Lo que quiero decir es que la creación es mi razón existencial. Escribiendo afirmo la vida. Me aferro a ella.

¿Qué tipo de lectura les recomendarías a los jóvenes que se inician en el ejercicio de la escritura?

Les recomendaría que lean libros de autores que sientan afines con sus preocupaciones. Además, les recomendaría que lean artículos o libros que discutan los procesos de creación, entrevista a escritores que hablen del oficio. Los libros referentes a lo que necesita saber para escribir en el género es importante, los fundamentos son necesarios conocerlos. Con la escritura y con el tiempo en el oficio, se debe abrir los sentidos, permitir que lo aprendido pueda utilizarse en beneficio de la historia a contar. Las estructuras de la escritura no pueden usarse como camisas de fuerzas, como imposiciones dogmáticas, aferrarse a esos preceptos se corre el riesgo grave de estancarse e impedir la dialéctica de la escritura. Me explico. Una historia puede empezar por el principio, continuar con el desarrollo y finalizar con el desenlace. Pero ocurre que hay historias que vienen cifradas y nos exigen otras estructuras y otras posibilidades creativas. También ayuda a escribir sobre lo que uno conoce, no tener miedo de escribir de la familia y de sí mismo. La escritura es develación de la experiencia, es el despertar de la memoria que, como el destino, le gusta alterar hechos y los recordamos de una manera distorsionada. Donde haya una buena historia, que los conmueva, deben escribirla. No podemos tener miedo a escribir de lo íntimo y de la familia. 

En ese mismo sentido, ¿qué tipo de lectura no recomendarías?

Es una pregunta difícil de responder, porque en ocasiones el escritor tiene que leer libros que no son de su preferencia, que son contrario a su manera de pensar y concebir el mundo, pero hay que leerlos cuando el escritor investiga de un tema literario. Lo único que puedo decir es que usen su criterio propio.

¿Un libro que es necesario para ti?

Para mí es necesario ‘Cien años de soledad’ porque esta novela que cuenta la historia de una familia encierra lo esotérico y un misterio que trasciende la misma historia. Los pergaminos plantean un secreto y descifrar sus enigmas requiere esfuerzo y toda una vida. Cuando se descifra, ya el lector ha leído la novela y los protagonistas vivieron su vida. Es una inversión del destino griego.

¿Qué lugar ocupa la música en tu vida?

La música ocupa un primerísimo lugar en mi vida. Siendo un niño, de cuatro o cinco años, recuerdo que mi padre compraba ‘elepés’ todos los sábados y los escuchábamos en un componente estereofónico en el apartamento en la ciudad de Nueva York. Los nombres de los cantantes siguen intactos en mi memoria. Tito Puente, Daniel Santos, Blas Hernández, Angel Viloria, Las Tres Guitarras, Estelita Santos, El Sexteto La Plata. Viviendo en Puerto Rico, en la casa de mi abuelo, el radio estaba prendido todo el día. Recuerdo las canciones de Ismael Rivera, Tito Rodríguez, Richie Ray y Bobby Cruz, Mon Rivera. Para ese tiempo, mediados de los 60, se escuchaba música de todo el Caribe, que incluía el inglés y el francés. En el 1968, fui a estudiar a la escuela intermedia del pueblo de Carolina y viajando en el carro publico escuché ‘El titán’, cantando Héctor Lavoe con la orquesta de Willie Colón, me atrajo esa Salsa, aunque es una música para bailar, a mí me impactó la letra de la canción. Creo que la letra de los boleros y la salsa son literatura. En Carolina estuvo la primera emisora de radio de Salsa del mundo, la mítica Radio Voz. Como la escuela quedaba cerca de la plaza, nosotros íbamos y nos sentábamos en los bancos a hablar de béisbol y a escuchar Salsa. Radio Voz estaba en un segundo o tercer piso de un edificio y nosotros veíamos subir a los salseros, porque serían entrevistados por Luis Raúl Striker y Manolín Martínez. Varias veces vi a Tito Rodríguez, Santos Colón, Cheo Feliciano… Además, en Carolina se celebraban las mejores fiestas patronales del país. Las mejores orquestas de salsa tocaban en esas fiestas. Luego, me aficioné a la música clásica, jazz, bossa nova, el tango, el merengue y el vallenato. En mi literatura, la música es una presencia imperativa.

¿En qué proyecto literario anda?

En este momento estoy revisando mi nueva obra de teatro ‘Yo soy el cantante’, basada en la vida del cantante y compositor de Salsa, Héctor Lavoe. Hacía mucho tiempo que quería escribir una obra sobre ‘El cantante de los cantantes’, pero no había dado con la forma adecuada de escribir la obra. Primero pensé escribir un monólogo, pero descarté la idea. Conversando con un director de teatro de Venezuela, hablamos de Héctor Lavoe y descubrí el cómo componer la obra de teatro.

¿Qué persigue con su obra?

Persigo muchos propósitos. Contar la vida de Lavoe de una manera más literaria donde los hechos de su vida fueran el leitmotiv de la escritura, pero sin apegarme al documento. Crear de ese Héctor Lavoe real un personaje de ficción. En otras palabras, construir un Lavoe que lo libere de hechos, documentos, teorías y comentarios. Una interpretación que trascienda su propia vida. No es un experimento, tengo tres precedentes. Mi monólogo María del Rosario basado en la locura de mi madre, el monólogo Salsa, tango y locura que está basado en un incidente de mi vida y la obra El Generalísimo Brujillo basada en la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina.  Que ese personaje de Lavoe no sea Lavoe, sino que todos podemos ser Lavoe.

¿Cómo defines la felicidad?

La felicidad la defino como ese momento íntimo que uno siente profundo, una comunión con el alma. Es un instante que uno siente que vive… En ocasiones, yo me he sentido feliz pero los otros creen que no, porque mi reacción es de asombro y me quedo pensativo, no es la reacción social, la aprendida en comunidad. Las fiestas y las celebraciones me conmueven, pero no me dan felicidad. En vez de exteriorizar mi felicidad, yo me sumerjo en un silencio… Escribiendo soy feliz también.

¿El éxito?

El éxito es un concepto del consumismo, un espejismo que puede transformar la vida de cualquiera persona de la noche a la mañana. En literatura, pocas veces el éxito está relacionado con la calidad. También el éxito es como decían en la casa de mis abuelos: es una navaja de dos filos. Hoy tienes éxito y mañana fracasas. Son muchos los factores a considerarse para de hablar del éxito. Si vendes muchos libros eres un escritor famoso y de éxito. Pero si publicas un libro todos los años y se venden pocas copias, quiere decir, que ese autor es un fracaso. No, no lo es. El éxito es un concepto maleable.

¿Y el fracaso?

El fracaso es la otra cara de la moneda del éxito. Es un constructo de las sociedades. Si la sociedad está dividida en clases sociales, ciertos grupos dividen la vida entre el éxito y el fracaso. ‘Ese es un born losser’. Es una expresión que debería omitirse en el lenguaje hablado. Quienes la utilizan demuestran una falta de empatía y son seres planos, de una sola dimensión, conformada por la economía. Cuando se dice que alguien es un fracaso, esa expresión social connota prejuicio y soberbia en quienes la pronuncian.

¿Cuál fue su motivación para crear ‘Ecuajey’?

La génesis de una obra es un enigma que se compara con los misterios del universo. Casi siempre preexiste en la psiquis del creador, pero de repente surge el detonante, aquello que nos alerta de que hay una obra en camino y hay que estar pendiente para cuando llegue a la casa y saber cómo recibirla para que no se devuelva de inmediato ante nuestra falta de atención. La experiencia y la memoria son un almacén que se transforma en un numen, y cuando el ser descubre al escritor despierta del letargo y en el proceso creativo estalla como un volcán. Vamos al cuento para responder la pregunta. Cuando mi hijo estudiaba en tercer grado de la escuela primaria contaba de los argumentos que expresaba el maestro en la clase de música. Da la casualidad de que en esa época yo era maestro de actuación y dramaturgia en la Escuela Especializada de Bellas Artes de Arecibo adscrita al Departamento de Educación de Puerto Rico. Los parlamentos que me citaba mi hijo de 7 años, a él le parecían fascinantes por las metáforas que decía el maestro. Yo enseguida comprendí el conflicto del maestro. En una de mis visitas constante a una librería de Río Piedras compré un libro sobre Eric Rohmer, el cineasta francés. Leyéndolo me encontré con algo fascinante y deslumbrante también. Si una escena de una película ocurría en verano y a las cinco de la tarde, Rohmer la filmaba en verano y a la hora indicada en el guion. Entonces, me dije: puedo escribir un monólogo sobre ese maestro y plantear sus conflictos. Eso era puro hecho y documento. Y viene la pregunta que nos hacemos todos los dramaturgos: cómo plantear el conflicto en la obra. Y se complica más cuando es un monólogo el texto dramático. Cuando empieza la obra, el personaje tiene su conflicto, lo tiene oculto, hace tiempo que lo obsesiona. Permíteme el resumen de la historia. El maestro empieza la clase y nadie recuerda qué se discutió en la clase pasada. Ese hecho desata el conflicto del maestro y empieza con su discurso que no es sólo suyo, sino de todos los que nos dedicamos a la enseñanza. Después la obra fluyó. En la realidad, el maestro enseñaba instrumentos musicales. En el monólogo cambié el hecho a una clase anterior que el maestro habló de Ismael Rivera, El sonero mayor, para resaltar los valores culturales de los intérpretes de la Salsa. Por otro lado, de alguna manera, el monólogo se convierte en un rescate de la memoria. Cuando ensayaba con el actor Rubén Figueroa, un actor amigo y colaborador en mis proyectos teatrales, me preguntaba cómo solucionaríamos posibles situaciones que pudieran surgir con los espectadores en la representación. Le respondí que tenía que improvisar. “Tú eres el maestro y debes tener control de grupo”.  Todas las representaciones iban acompañadas de un foro. Los espectadores expresaban su sentir de lo planteando en Ecuajey. En uno de esos foros, un maestro dijo que la obra presentaba una imagen negativa del maestro. Le respondí que yo no trabajaba con ideas ni con imágenes, escribía de realidades que puede que les ocurran a los maestros. Le pregunté que si él alguna vez se había sentido como el maestro y si lo había manifestado en el salón de clase. Me respondió que sí lo había sentido, pero lo había reprimido. Añadí que la obra no era un ataque ni era una representativa del maestro. En otro foro, realizado en la Universidad Central de Venezuela, vivimos otra experiencia que quiero compartir. Al comenzar el foro, un joven levantó la mano y despotricó contra el maestro de la obra y resaltó que él era un maestro comprensivo y se montó en tribuna.  Cuando finalizó su intervención, le pregunté cuánto tiempo llevaba dando clases, me respondió que era su primer semestre y yo añadí que debíamos hablar en cinco años. Y, para terminar, el mejor espacio escénico para representar Ecuajey es un salón de clases. Porque no hay artificio. La pizarra, los pupitres, crean una atmósfera que ubica a todos en una realidad sabiendo que es una ficción.

¿Un cantante esencial para usted?

Mi cantante esencial es Tito Rodríguez.

¿Un músico?

Mi músico es Willie Colón.

¿Un compositor?

Mi compositor es Catalino ‘Tite’ Curet Alonso.

Por, último, ¿tu canción favorita?

Mi canción favorita es Che Che Colé.

Carlos Canales Cintrón, profesor universitario y dramaturgo puertorriqueño